viernes, 25 de marzo de 2011

Coliflower Power


Crónica de un viaje hacia las entrañas de la coliflor china


Día 1
La idea sonaba bien. Ya apetecía dejar por un momento la intensidad urbana de Shanghái para conocer las afueras y vivir un poco más de esa China menos turística. El plan era el siguiente: tomar un bus de 7 horas hacia la provincia de Jiang Xi para pasar la noche e iniciar al día siguiente una caminata de 8km (5 horas) para llegar al pueblo de Wuyuan. Durante la caminata presenciaríamos largos tramos de valle amarillo, producto del florecimiento de las coliflores. A ponerse la almohadilla, tapaojos, algo de música y cruzar los dedos para que las 7 horas de camino pasen rápido.


Día 2
Sueño, mucho sueño. Imposible dormir bien en un bus, especialmente si se tiene las piernas largas. Mucho frío en la habitación del hotel, donde la calefacción no fue más que un adorno de plástico sobre la única ventana del cuarto que daba directamente a una pared de cemento. Pero igual, a levantarse a las 7am que debemos empezar a caminar en unas horas. El mismo bus nos esperaba bajo la lluvia del día que caprichosamente decidió amanecer gris. Llegamos al inicio de la ruta: campos verdes a izquierda y derecha y una ceñida trocha de tierra húmeda al medio.





A ponerse el poncho! La lluvia caía insistentemente haciendo las veces de una ligera ducha con miles de gotas pequeñas y delgadas. Conforme íbamos avanzando las primeras coliflores, muy tímidas, asomaban su intenso amarillo. Atrás quedaba el pequeño pueblo blanco de techos puntiagudos, muy chinos y uniformes, donde el bus nos había dejado. Delante quedaban 8km de caminata hacia las entrañas de la coliflor china.





“Ahí están!” Escuché a lo lejos. Yo andaba sorteando mi paso en la trocha que ahora inundaba mis botas de barro y salpicaba el pantalón casi hasta las rodillas. Secándome con las manos el agua que traía en la cara y ojos pude ver frente a mí un campo maravillosamente amarillo. Color vivo que aclaraba e inyectaba vitalidad al día. Como un bello capricho en medio del valle. Amarillo intenso que me hizo olvidar el día gris y lluvioso que nos había tocado.



Fueron 5 horas de caminata que nos llevó por largas trochas verdes decoradas de amarillo. Cruzamos un monte entero cargado de neblina. Me topé con decenas de caras desubicadas de aldeanos que no entendían lo que hacía por ahí un barbudo en poncho amarillo y bastón azul. En suma, una experiencia especial de contacto con la naturaleza e interacción con los chinos de un pueblito muy alejado que viven de su cosecha. Que celebran junto a nosotros la llegada y  florecimiento de su más ilustre y generoso habitante: la coliflor.



domingo, 13 de marzo de 2011

Breves apuntes chinos


Señales no tan universales

Entonces me miró fijamente con su cara redonda como un plato, cachetes rosados y ojos de alcancía. Por un momento pensé que estaba molesto, hasta que sonrió cerrando aún más los ojos, levantó la mano derecha e hizo el símbolo de surf dejando sólo sus rechonchos dedos pulgar y meñique arriba.
No supe cómo reaccionar. Por un momento pensé que las brillantes y multicolores luces del arreglo central del centro comercial donde estaba me habían mareado. Aturdido. Reducido mi capacidad de respuesta y entendimiento. Él no dejó de sonreír y casi de inmediato hizo otro gesto con la misma mano: juntó el dedo pulgar con el índice, dejando los otros tres dedos pegados a la palma de su mano. Abrió aún más la sonrisa mientras miraba su mano y mi cara, como si todo quedara claro y hubiéramos llegado a un mutuo entendimiento.


 
                                                               Centro Comercial en Nanjing Road

Lo cierto es que en sus gestos no encontré respuesta a mi pregunta. A este guardia de un moderno centro comercial de Nanjing Road en Shanghái sólo le había preguntado mediante señas dónde quedaba el patio de comidas. Sonreí como si lo hubiera entendido todo y continué con mi búsqueda.
Minutos más tarde todo cobró sentido. El guardia no pudo ser más preciso en su respuesta. El patio de comidas estaba en los pisos 6 y 7 del Centro Comercial… En China se cuenta hasta 10 sólo con los dedos de una mano (salvo el número 10)… Hasta para contar con los dedos son eficientes los chinos!


sábado, 5 de marzo de 2011

Catalina la Jardinera


Crónica de un encuentro en Shanghái

La conocí una fría y lluviosa tarde de Shanghái. Subí por la angosta salida del Metro y corrí a través de una avenida ancha atestada de gente (todos muy chiquitos, chinitos y caminando rápido) para llegar casi sin aliento a refugiarme dentro de un Wal-Mart. La neblina, llovizna y viento helado quedaron fuera, corriendo por la acera en busca de otro ingenuo desabrigado.

Todo sucedió en uno de los pasillos de este inmenso supermercado. Mientras recorría con la vista cansada los cientos de anaqueles llenos de miles de productos chinos de indescifrables etiquetas, alguna extraña fuerza me iba llevando hacia ella. Como si la ruta a través de los pasillos ya hubiese sido trazada y sólo estaba esperando a que mis zapatos calzaran en ella.

El encuentro fue especial y la conexión inmediata. Nos vimos a lo lejos, a pesar que ese rincón del supermercado estaba atestado de chicas como ella. Algunas más altas, otras bajitas, unas cuantas gorditas y muchas otras de color. Pero ella sobresalía entre todas. La primera cita fue muy rápida, ahí mismo entre los anaqueles. Me dijo que no tenía nombre, yo sin dudarlo respondí: Catalina la Jardinera.


Fotos de primera cita con Catalina

Desde entonces no nos podemos separar. Nos acompañamos siempre. Me enseña esta increíble ciudad desde sus ojos. Por las mañanas apura mis adormilados pasos camino a la universidad, tanto así que su obstinada velocidad ha reducido mi recorrido de 15 a tan sólo 4 minutos. Es muy coqueta, le encanta pasear sus curvas… muchos no dejan de mirarla y flirtear con ella. Carga siempre con una amplia y metálica cartera, donde cabe todo lo que queramos llevar cuando salimos juntos. Cuando se molesta o alguien indebido e improvisado se le cruza por el camino, no duda nunca en gritarle, muy elegante ella, siempre con su voz de timbre.

Es así como termina esta pequeña historia de un encuentro inesperado, aunque muy especial, en la ciudad de Shanghái. Por supuesto que estoy feliz, de la mano (dos manos, en realidad) de Catalina la Jardinera.