Mejor regalo no pudo caer entre mis manos. Más que un regalo, una poderosa arma para comprimirlo todo dentro de una pelotita. Mirar de izquierda a derecha, de arriba hacia abajo y aspirarlo dentro del lente. Quizás como los goldfish nos ven desde el otro lado de la pecera.
Ni preocuparse por mirar a través del visor, que de nada sirve. Sólo apretar el disparador y distorsionarlo todo hasta que quepa dentro. Interactuar con el entorno y ver cómo lo que te rodea se converge hacia un sólo punto. A esto súmale colores saturados y un contraste especial.
Algo así como meternos a la pecera aunque sea por unos minutos. Descifrar qué sienten, qué ven, qué piensan y qué perciben los peces a través de esos muros de cristal.
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